Sobre el Día del Joven Combatiente
29 de marzo fecha en la cual se conmemora el día del Joven Combatiente. Probablemente este no difiera mucho de los años anteriores, tal vez sea un poco más violento, pero estoy casi seguro de que los hechos seguirán cierta lógica a la que comenzamos a acostumbrarnos y que le brindan en parte el carácter tradicional a la fecha. Las discusiones, los análisis y los argumentos en pro y en contra, surgidos a partir del sentido de la violencia que matizan las conmemoraciones, tampoco variaran mucho de un año a otro, lo que en parte bien a mostrar lo inútil, o mejor dicho, lo accesorio de este dialogo de sordos. Se puede decir que el tema divide, pero lo cierto es que quienes practican y defienden la violencia constituyen una minoría incluso dentro de los círculos universitarios, hecho que puede deberse tanto al poco apego que tenemos por la violencia (sobretodo aquella instrumental o racional) como al discurso hegemónico y la caricaturización o mas bien dicho demonización que se hace de estos movimientos violentistas.
Personalmente no defiendo ni apoyo los actos de violencia pero de todas formas es posible preguntarse ¿alguien recordaría la muerte de los hermanos Vergara Toledo si no fuese por estos enfrentamientos entre encapuchados y carabineros? Probablemente no muchas personas lo harían y creo que por lo mismo debiésemos al menos reconocerle a los encapuchados que la violencia cumple esa función rememorativa.
Personalmente no defiendo ni apoyo los actos de violencia pero de todas formas es posible preguntarse ¿alguien recordaría la muerte de los hermanos Vergara Toledo si no fuese por estos enfrentamientos entre encapuchados y carabineros? Probablemente no muchas personas lo harían y creo que por lo mismo debiésemos al menos reconocerle a los encapuchados que la violencia cumple esa función rememorativa.
Desde mi punto de vista la importancia de ese “no olvidar” no radica en transformar el dolor de las victimas de la dictadura en nuestro, en transformar sus muertes en estandartes de nuestras propias luchas, convertirlos en mártires de determinadas causas y en definitiva en reducir la muerte de los hermanos Vergara en meros iconos que puedan ser estampados en una polera. El dolor de los deudos, de sus familias y de sus amigos, es algo que debemos respetar. El sentido de eso no olvidar radica más bien el reconocimiento de que la democracia que hoy disfrutamos (podrá no gustarnos, pero podemos concederle el hecho de que es bastante mejor a la dictadura de Pinochet) es producto en gran medida al sacrificio y a la muerte de muchas personas cuyas vidas probablemente pasaran al olvido como ha sucedido anteriormente en nuestra historia con la matanza del seguro obrero, de la escuela de Santa María, la Semana Sangrienta, y tantos otros casos de los cuales ni siquiera son mencionados.
El hecho de mantener presentes en nuestra memoria colectiva estos sacrificios es la única garantía que tenemos de no repetir la historia, de no cometer los mismos errores, de sufrir las mismas derrotas, en otras palabras, de no tornar inútil la muerte de dichos hermanos. “No olvidar” es una forma de resistir al discurso oficial (tal vez no sea suficiente, pero si necesaria) de cierta manera también es una forma de continuar oponiéndose a la hegemonía neoliberal en la construcción de historia, memoria e identidad. Por lo menos eso deberíamos reconocerle a los encapuchados, más allá de que estemos o no de acuerdo con la forma.
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