jueves, 19 de abril de 2007

Sobre Generaciones y Críticas



Sin conocer mucho de historia, ni recurrir a conceptos sociológicos como el de la dialéctica marxista, podemos señalar fácilmente que en el desarrollo de las sociedades la tensión entre lo que podríamos llamar provisionalmente “lo nuevo” y “lo tradicional”, está siempre presente y de una u otra manera va configurando el cambio en las relaciones sociales.

Comúnmente se tiende a reducir “lo tradicional” al concepto de folclore, omitiendo el hecho de que el concepto de tradición es un concepto bastante más amplio que se refiere a todo aquello que una generación hereda a otra en términos de subjetividad (la palabrita me ha comenzado a cargar, la uso a falta de otra mejor) como por ejemplo valores, creencias, formas de expresión artísticas, formas de conocimiento, costumbres, etc. Por lo tanto cuando se pregunte por “lo nuevo” y por “lo tradicional”, siempre se debe tener en cuenta la “generación” o la época histórica desde la cual se esta realizando la categorización, en otras palabra, “lo nuevo” y “lo tradicional” no es lo mismo para nosotros que para nuestros abuelos (Ej: la costumbre de ver tele puede ser nueva para nuestros abuelos, pero ya ser considerada tradicional por nosotros, así como la Internet es nueva para nosotros será parte de lo tradicional para nuestros hijos).

Esa distancia generacional, es la que debemos considerar antes de condenar a una generación o criticar una época, pues creo que por una tendencia casi natural de los seres humanos tendemos a evaluar como mejor las cosas que nos más propias y familiares (tómeselo en Psicología como creencia grupal o por una necesidad de autoimagen positiva del self), por lo que puede perfectamente pensarse que en gran parte detrás de la critica a la posmodernidad es posible encontrar un sentimiento de nostalgia implícito. Nostalgia que no entendemos y a la cual somos inmunes porque para nosotros las ideas constitutivas de la posmodernidad son parte de lo tradicional, de lo que heredamos. Nosotros no vivimos la angustia ante la caída de los metarrelatos y de las grandes ideologías, pues crecimos cuando estas cosas ya estaban muertas, o en términos simbólicos, la caída del muro de Berlín no tiene la connotación de perdida o de triunfo para nosotros puesto que fue una cosa dada de antemano. Lo mismo puede decirse de la transición a la democracia. Por lo tanto es posible señalar que como toda critica, la crítica a nuestra generación tampoco puede plantearse como una critica objetiva en el sentido que necesariamente se hace desde algún lugar (otro discurso) y por lo mismo puede pensarse que lleva implícita la idea de un deber-ser.

Lo que me molesta de las criticas de Domínguez Sánchez (articulo anterior) y la de Pérez Soto hacia nuestra época es el hecho de que no sean capaces de hacer explicito ese deber-ser desde el cual están pensando, porque al no hacer este proceso explicito, al no tener claro hacia donde se quiere llegar probablemente la critica termine abogando por un regreso hacia lo tradicional. Regreso hacia la tradición que en el caso de la modernidad, parece ser ni deseable ni posible.

El respeto por la tradición, por el pasado y la memoria, no debe confundirse con esa nostalgia o con el motivo literario del “todo tiempo pasado fue mejor”, pues creo que la necesidad de no olvidar las condiciones sociales que hicieron insostenible o problemático nuestro pasado nos impone la necesidad de proyectar toda critica hacia “lo nuevo”, hacia lo utópico en ultimo termino. Preguntarnos que clase de deber-ser, que clase de utopía, hace referencia una crítica debe ser el primer paso a la hora de intentar cuestionarla.

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jueves, 5 de abril de 2007

La aspiración estratégica de aglutinar una mayoría*


Una gran aspiración estratégica del ciudadanismo consiste en encontrar propuestas que tengan la virtud de aglutinar una inmensa mayoría social en contra de la minoría de políticos financieros y académicos neoliberales del pensamiento único que orientan la dirección de la globalización. La adopción del pacifismo como principio indiscutible de acción purgó de las asambleas y las manifestaciones a los radicales, pero su objetivo principal era el diálogo con el poder. No querían enfrentarse a nada; no aspiraban a cambiar el mundo sino a participar en su gestión. Con ellos otra gestión capitalista era posible. Lo que pretendían reformar no eran más que los mecanismos de cooptación de la clase dominante. De ahí los determinados discursos ciudadanista de auge reciente en los Foros, como el que postula democratizar la globalización, contribuyen a esta misma operación de reabsorción por la vía de convalidar las exigencias antagonistas en derechos consagrados en alguna suerte de Constitución global. Que la lucha por los servicios públicos contra su mercantilización se resuelva en una Declaración de Derechos en la futura Constitución europea puede parecer un ejercicio de realismo pero es seguro que contribuye a reproducir los mecanismos de delegación y mediación que son la fuente de la aceptación social del dominio capitalista. Se pueden ahorrar los realistas sus tentaciones sarcásticas: lo anterior no implica renuncia alguna al ejercicio de los derechos hasta el límite de sus posibilidades.

La finalidad expresa del ciudadanismo es humanizar el capitalismo, volverlo más justo, proporcionarle de alguna forma un suplemento de alma y en cierto modo de manifestar la sumisión democráticamente. La lucha de clases es sustituida aquí por la participación política de los ciudadanos, que no sólo deben elegir a sus representantes, sino además actuar constantemente para hacer presión sobre ellos, con el fin de que apliquen aquello para lo que fueron elegidos. Naturalmente los ciudadanos no deben en ningún caso sustituir a los poderes públicos. El ciudadanismo se desarrolla como ideología producida necesariamente por una sociedad que no concibe perspectivas de superación [del sistema]. Se trata pues de una servidumbre voluntaria; es la oposición a casi nada (a lo que es más obviamente falso e injusto del capitalismo) y a solicitar “control ciudadano” para todos los extremos crueles del capitalismo.


*Extracto de "Crítica del Ciudadanismo" en Sepiensa.Net

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