domingo, 17 de junio de 2007

Una de las cosas que he escuchado en varias ocasiones a propósito del bajo quórum que suelen tener instancias de participación como asambleas, reuniones y cosas por el estilo; es la molestia generada por la indiferencia de la mayor parte de la gente con respecto a discutir temas que de una u otra manera le atañen a todos. La promesa del resurgimiento de una sociedad civil más fuerte y de la rearticulación de otros actores sociales se asemeja más al cuento de pedrito y el lobo que a una posibilidad plausible en el corto o mediano plazo.

Y el problema esta ahí, dando vuelta sobre muchas cabezas, conceptualizándose de distintas maneras: se dice que es el espíritu consumista, de que se trata de formas de producción de subjetividad que promueven el individualismo, que los mass media y la educación formal inscriben a fuerza de repetición un discurso hegemónico, etc.

Mi opinión al respecto es que esta indiferencia pasa entre otras cosas por la distancia existente entre la cotidianidad de cada persona y lo que se entiende por política tradicionalmente. Si se entiende la política como aquella practica partidista en la que se enmarcan las luchas de poder por el control del estado, reducimos la democracia a su estado actual, es decir, al mero acto de votar cada cuatro años por un presidente, alcalde, o parlamentario. Por ejemplo cuando las figuras políticas hablan de la indeferencia de la juventud (usando la típica muletilla del “no están ni ahí”) lo hacen solo para referirse a la baja inscripción electoral puesto que ellos trabajan bajo esta lógica de que lo político se reduce a las cuestiones macros de la sociedad.

Y en este sentido creo que convendría comentar un poco la cita de anterior de Foucault y señalar por qué la política no nos puede ser indiferente. La respuesta es porque toda relación social es una relación de poder (recuérdese a Ibáñez o la misma Pipper), por lo tanto la política sería coextensiva al entramado social. La política no nos puede ser indiferente, puesto que esta misma indeferencia tiene consecuencias políticas, que por lo general tienden a la conservación del estatus quo o a un cambio que nos sea perjudicial.

Por lo mismo creo que aunque no sea suficiente, la solución a esa indiferencia pasa por hacer consciente la inevitable de hacer política (incluso cuando no se quiera o no se este ni ahí) puesto que hasta la más individualista y egoísta de las personas tiene que reconocer que su propia existencia no es ajena ni independiente a la de otro, otro que no debe pensarse en un abstracción como “pueblo” o “ciudadanía”, sino otro que tenga el nombre y el rostro de las personas con las que compartimos a diario.

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