viernes, 27 de julio de 2007

Clubes deportivos vs Sociedades Anonimas

Sería bastante ingenuo negar que el fútbol profesional haya sido y continúa siendo un negocio. Muchas empresas se benefician directa o indirectamente de dicha actividad y en parte esos intereses privados son necesarios para la constitución de dicho deporte como espectáculo. Pero incluso si se reconoce esto, la transformación de los clubes deportivos (CD) en sociedades anónimas (SA) establece un punto de quiebre en el espíritu o más bien dicho el sentido que tiene los equipos de fútbol.


Antes de que se promulgara la ley de sociedades anónimas deportivas, se podría decir los intereses económicos eran secundarios a los deportivos. El aporte monetario que realizan los socios de un CD no se realizan con el fin de obtener ganancias sino con la intención de ayudar a su equipo a obtener mejores resultados. Otra diferencia que presentan los CD con respecto a las SA, se encuentra en la forma en que se distribuye la propiedad de la institución. En teoría, en un CD todos los socios son iguales y por tanto tienen igual peso en las decisiones que se toman dentro de la institución, como por ejemplo la elección de su directiva, mientras que en una SA el peso que tiene cada persona en cuanto a la toma de decisiones está en función del numero de acciones que posea.

Cuando recién comenzaba a escribir estas líneas, lo hacia con la intención de señalar la perdida del sentimiento de pertenencia e identificación implícitos que se da en la relación hincha-equipo en la instauración de esta nueva institucionalidad deportiva y por ende el peligro de perder el factor emocional en el fútbol, dado principalmente por dicha relación. Todo esto a partir del siguiente extracto de una entrevista a Eric Hobswam:

"No soy fanático pero todos somos parte de una cultura futbolística. Lo que digo es que hay un conflicto básico entre la lógica del mercado, una lógica global, y el hecho de que las emociones de la gente están atadas al equipo nacional. Por un lado, los clubes y la competencia entre los principales clubes de los principales países europeos son los que dan el dinero. Pero allí no hay nada nacional (como sabe, hubo un momento en que mi equipo, el Arsenal, no tenía prácticamente ningún jugador nacido en Inglaterra). Para estos grandes clubes, las selecciones nacionales son una distracción. No les gusta prestar a sus jugadores para que entrenen con sus selecciones. Pero las selecciones nacionales tienen que entrenar. Por lo tanto, para los clubes —empresas capitalistas, naturalmente— la selección nacional es una distracción y sin embargo no pueden prescindir de ella porque lo que mantiene al fútbol en funcionamiento es la competencia internacional.”

Sin embargo, el conflicto club vs. selección también se ha dado desde siempre independiente de la forma de la institución deportiva. Además las selecciones nacionales pueden constituirse en escaparate de jugadores para estos clubes-empresas y por tanto también pueden pensarse dentro de una lógica de mercado, la del mercado de transferencias. Por otra parte no vemos que en Europa los clubes-empresa hayan perdido a su hinchada, ni que la gente haya dejado de sufrir o gozar por la suerte de su equipo como lo demuestra los estadios casi siempre llenos del viejo continente. Esto nos hace pensar que en Chile, la cosa no va a ser distinta, pese a las protestas de algunos barristas. El espectáculo deportivo seguirá funcionando tal y como lo ha hecho antes.

No solo en el fútbol podemos ver como a través de un discurso externo se introduce una lógica capitalista en donde los fines originales de cierta institucionalidad quedan supeditados a un interés económico. A esta altura resulta estupido hablar de síntoma, así que solo me limitare a decir que el proceso que vive hoy el fútbol puede enmarcarse dentro de transformaciones más amplias dentro de la sociedad. Lo que cambia no es el fútbol, sino el rol de las personas. A la gente pareciese que resultarle más cómodo jugar los roles impuestos por una lógica mercantil (ya sea el de accionista, el de cliente o de ciudadano) que cuestionarse cual es el rol que debe jugar dentro de la sociedad. El lenguaje y el discurso de los economistas se infiltra aspectos sociales que tradicionalmente no eran considerados un negocio.

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domingo, 1 de julio de 2007

Somos los dueños del mundo*

En las sociedades toscas y brutales, la Línea del Partido es proclamada públicamente, y debe ser obedecida. De lo contrario, uno debe atenerse a las consecuencias. En las sociedades donde el Estado ha perdido la capacidad de controlar por la fuerza, la Línea del Partido no es proclamada. Más bien, es presupuestada, y un vigoroso debate es alentado dentro de los límites impuestos por la inexpresada ortodoxia doctrinaria.

El sistema tosco conduce a una natural incredulidad. La variante sofisticada ofrece la impresión de apertura y libertad, y sirve para imponer la Línea del Partido como algo más allá de toda cuestión, incluso más allá de todo razonamiento. Es como el aire que respiramos.

En el cada vez más precario impasse entre Washington y Teherán, una Línea del Partido confronta a la otra. Entre las bien conocidas víctimas inmediatas están los detenidos iraníes-norteamericanos Parnaz Azima, Haleh Esfandiari, Ali Shakeri y Kian Tajbakhsh. Pero el mundo entero es un rehén en el conflicto Estados Unidos-Irán, donde, después de todo, las apuestas son nucleares.

De manera que no sorprende a nadie que el anuncio del presidente George W. Bush de un “surge” o incremento de tropas en Iraq como reacción al pedido de la mayoría de los estadounidenses de iniciar una retirada, y las aún más fuertes demandas de los (irrelevantes) iraquíes, fuera acompañado de ominosas filtraciones sobre combatientes que actúan desde bases iraníes y que usan en Iraq artefactos explosivos fabricados en Irán. El propósito sería desbaratar la victoria de Washington, la cual es —por definición— noble. Luego le siguió el anticipado debate: los halcones dicen que debemos adoptar violentas medidas contra este tipo de interferencias foráneas en Iraq. Las palomas replican que primero debemos asegurarnos de que la evidencia es verificable. El debate puede continuar sin parecer absurdo siempre que contemos con la tácita suposición de que somos los dueños del mundo. Por consiguiente, la interferencia está limitada a aquellos que estorban nuestros objetivos en un país que invadimos y ocupamos.

¿Cuáles son los planes del cada vez más desesperado compadrazgo que mantiene un estrecho poder político en los Estados Unidos? Declaraciones amenazantes, off-the-record, de miembros del equipo del vicepresidente Dick Cheney han aumentado los temores de una expansión de la guerra.

“Uno no quiere dar argumentos adicionales a los nuevos locos que dicen, ‘vayamos y bombardeemos Irán’ ”, dijo el mes pasado a la BBC Mohamed ElBaradei, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. “Cada mañana me despierto y leo que otros 100 iraquíes, civiles inocentes, han muerto”.

La Secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice, que parecería estar enfrentada a los “nuevos locos”, intenta, al parecer, buscar una vía diplomática con Teherán. Pero la Línea del Partido permanece, sin cambios. En abril, Rice habló sobre lo que pensaba decir en caso de encontrarse con su homólogo iraní Manouchehr Mottaki en la conferencia internacional sobre Iraq a efectuarse en Sharm el Sheikh. “¿Qué necesitamos hacer? Es bastante obvio”, dijo Rice. “Paren el flujo de armas a los combatientes extranjeros, paren el flujo de combatientes extranjeros que cruzan las fronteras”. Por supuesto, se refería a los combatientes y armas iraníes. Los combatientes y armas de Estados Unidos no son “extranjeros” en Iraq. Ni en cualquier otro lugar. La premisa tácita que subyace a su comentario, y virtualmente a toda discusión pública sobre Iraq (y más allá) es que somos los dueños del mundo.

*Noam Chomsky en Rebelion.org
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=52676


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