domingo, 1 de julio de 2007

Somos los dueños del mundo*

En las sociedades toscas y brutales, la Línea del Partido es proclamada públicamente, y debe ser obedecida. De lo contrario, uno debe atenerse a las consecuencias. En las sociedades donde el Estado ha perdido la capacidad de controlar por la fuerza, la Línea del Partido no es proclamada. Más bien, es presupuestada, y un vigoroso debate es alentado dentro de los límites impuestos por la inexpresada ortodoxia doctrinaria.

El sistema tosco conduce a una natural incredulidad. La variante sofisticada ofrece la impresión de apertura y libertad, y sirve para imponer la Línea del Partido como algo más allá de toda cuestión, incluso más allá de todo razonamiento. Es como el aire que respiramos.

En el cada vez más precario impasse entre Washington y Teherán, una Línea del Partido confronta a la otra. Entre las bien conocidas víctimas inmediatas están los detenidos iraníes-norteamericanos Parnaz Azima, Haleh Esfandiari, Ali Shakeri y Kian Tajbakhsh. Pero el mundo entero es un rehén en el conflicto Estados Unidos-Irán, donde, después de todo, las apuestas son nucleares.

De manera que no sorprende a nadie que el anuncio del presidente George W. Bush de un “surge” o incremento de tropas en Iraq como reacción al pedido de la mayoría de los estadounidenses de iniciar una retirada, y las aún más fuertes demandas de los (irrelevantes) iraquíes, fuera acompañado de ominosas filtraciones sobre combatientes que actúan desde bases iraníes y que usan en Iraq artefactos explosivos fabricados en Irán. El propósito sería desbaratar la victoria de Washington, la cual es —por definición— noble. Luego le siguió el anticipado debate: los halcones dicen que debemos adoptar violentas medidas contra este tipo de interferencias foráneas en Iraq. Las palomas replican que primero debemos asegurarnos de que la evidencia es verificable. El debate puede continuar sin parecer absurdo siempre que contemos con la tácita suposición de que somos los dueños del mundo. Por consiguiente, la interferencia está limitada a aquellos que estorban nuestros objetivos en un país que invadimos y ocupamos.

¿Cuáles son los planes del cada vez más desesperado compadrazgo que mantiene un estrecho poder político en los Estados Unidos? Declaraciones amenazantes, off-the-record, de miembros del equipo del vicepresidente Dick Cheney han aumentado los temores de una expansión de la guerra.

“Uno no quiere dar argumentos adicionales a los nuevos locos que dicen, ‘vayamos y bombardeemos Irán’ ”, dijo el mes pasado a la BBC Mohamed ElBaradei, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. “Cada mañana me despierto y leo que otros 100 iraquíes, civiles inocentes, han muerto”.

La Secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice, que parecería estar enfrentada a los “nuevos locos”, intenta, al parecer, buscar una vía diplomática con Teherán. Pero la Línea del Partido permanece, sin cambios. En abril, Rice habló sobre lo que pensaba decir en caso de encontrarse con su homólogo iraní Manouchehr Mottaki en la conferencia internacional sobre Iraq a efectuarse en Sharm el Sheikh. “¿Qué necesitamos hacer? Es bastante obvio”, dijo Rice. “Paren el flujo de armas a los combatientes extranjeros, paren el flujo de combatientes extranjeros que cruzan las fronteras”. Por supuesto, se refería a los combatientes y armas iraníes. Los combatientes y armas de Estados Unidos no son “extranjeros” en Iraq. Ni en cualquier otro lugar. La premisa tácita que subyace a su comentario, y virtualmente a toda discusión pública sobre Iraq (y más allá) es que somos los dueños del mundo.

*Noam Chomsky en Rebelion.org
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=52676


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