
Hace algunos años (se han fijado como paso el tiempo??) cuando nuestro admirado G. Bush decide invadir Irak, la mayoría de las personas que populan esta franja de tierra se manifestó en contra de dicha matanza (llamarlo guerra es un eufemismo). Creo que esto se debió principalmente que, a pesar de todo el discurso oficial sobre las supuestas armas de destrucción masiva y las atrocidades de Saddam, todos entendimos que en realidad lo que se buscaba en dicha invasión era el control de recursos que son estratégicos para la economía estadounidense.
Lógicamente a todos nosotros nos pareció que iniciar una guerra solo con el propósito de asegurar el control del petróleo iraquí moralmente es bastante cuestionable si es que no de frentón repudiable. Pero si consideramos que inmoral invadir un país por petróleo, ¿Por qué la mayoría de las personas no considera el mismo juicio moral para tratar el caso de la Guerra del Pacifico? Mi pregunta va por el hecho de cómo se puede compatibilizar la contradicción entre el rechazo a la guerra de Irak y la negativa que se tiene a darle una salida al mar a Bolivia que repare en parte el perjuicio que dicha nación padeció a consecuencia de esta guerra. Un mismo estado que rechaza ante la ONU la guerra de Irak, pero que recuerda y glorifica los sus victorias en una guerra cuya justificación es tanto o más dudosa: la contradicción es bastante grotesca y burda, por lo mismo bastante llamativa en el sentido de ver como es posible la conjugación de dichos elementos simultáneamente. Uno de los argumentos que siempre he escuchado para negar la petición boliviana, es el hecho de que los territorios fueron conquistados a costa de miles de vidas de soldados chilenos, pero el argumento se muestra en todo su sin sentido cuando recurrimos de nuevo a la analogía con la guerra de Irak… ¿Los soldados muertos legitiman a caso, el uso de los recursos iraquíes por parte del invasor?
Aunque no tengo la respuesta a dicha pregunta (cuya argumentación en todo caso daría para largo) creo que esta se orienta por el hecho de que la mayoría de los discursos cotidianos no responden a una razón lógica sino que se ven afectados fuertemente por una esfera afectiva que en este caso tendría en parte su explicación en los sentimientos nacionalistas que se nos inculcan desde pequeños. Eso a modo de hipótesis, pero prefiero poner el énfasis en la pregunta más que en la posible respuesta (que por ahora no elaboro).
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